Sí, mucho, mucho cuidadito porque vendrá disfrazado de muy buenas maneras. Se mostrará absolutamente encantador desde el principio. Te colmará de más atenciones de las que pides y necesitas. Se lo dirás, tampoco es necesario que… pero insistirá. Te adula, para que le adules. Sabe que así siempre gana su primera partida.
Luego empezará con las pequeñas críticas y te sentirás en la obligación de escucharle y agradarle por corresponder a esas atenciones que no pediste. Siente que sigues entrando en su juego. Se crece.
Cuando intentes expresar lo que quieres, sientes, piensas, sin la ayudita de él, te atacará. Qué ingrata y torpe eres. ¡Si yo soy un chollo para cualquiera! Se empieza a encoger y golpea más fuerte.
Si eres un poco inteligente, a estas alturas te saltarán mil alarmas por dentro. Bueno, si eres inteligente, te saltaron desde el principio, pero los halagos se inventaron para los corazoncitos. Y en ese rincón de tu persona poco tiene que hacer la inteligencia.
Con el tiempo llegarán los bostezos. Te empiezas a sentir como cuando en el cole te obligaban a leer las proezas de El cantar de mio Cid y tú te ríes demasiado con los personajes infames del Philip Roth de El teatro de Sabbah.
Y así, sin resistencia, se marchará el ego. A la busca de un lugar más seguro donde reafirmar su exquisita persona.
Me ha encantado.
Enhorabuena por el don de la escritura. Envidia (sana) me da.
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Muchas gracias por leer.
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